GOBERNADORES LA “SOLAPABAN”

 

Tenían reportes sobre la violencia que practicaba la lideresa. Presumía su amistad con políticos y presidentes del PRI. Más de 80 averiguaciones previas en su contra

 

Al menos seis gobernadores del estado de México (priístas) sabían de las actividades ilícitas de María Eulalia Guadalupe Buendía Torres, “La Loba”, e incluso tenían reportes de que esta violenta mujer utilizaba armas de fuego durante sus invasiones y enfrentamientos con colonos.

 

En los archivos de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México (PGJEM) existe un expediente completo de Buendía Torres y de los cómplices con los que se dedicaba a invadir, despojar, intimidar y golpear a gente inocente o pequeños propietarios de parcelas o ejidos de la zona comunal de Chimalhuacán.

 

La primera acta registrada en contra de Buendía Torres fue iniciada el 6 de octubre de 1987 por Maximino Montellano Villasante, la cual es CHIN/I/288/87 por despojo; asimismo, se documentan quejas de Fidel Morales Martínez, Raimundo Guerrero Patricio, Juana Ofelia Ruiz Ramírez, Felipe Mendoza Ramírez, Gerardo Cariño Román, entre otros.

 

La lista es inmensa, ya que abarcó de 1987 a la fecha, son más de 80 e incluso de presidentes municipales como lo fue Susano González Castro, quien a pesar de formar parte del grupo de “La Loba” fue golpeado en 1990 por el incidente de un microbús cuando cayó a una fosa abierta de aguas negras.

 

María Eulalia Guadalupe Buendía tenía órdenes de aprehensión que jamás se cumplimentaron, como sucedió con la causa 544 del Juzgado Primero Penal de Primera Instancia de Texcoco, firmada por el licenciado Mario Maldonado Salazar, que dice: “Se dictó orden de aprehensión en contra de María Eulalia Guadalupe Buendía, Enrique Suárez Caballero, Margarita Freiser, Herlinda Chavarría Freiser, Andrea Reyes Retana y Santiago Escamilla por el delito de despojo cometido en agravio de Valentín Julián Quino y Juana Vera Gómez”.

 

El brazo de la justicia no alcanzó a esta mujer durante los gobiernos de Mario Ramón Beteta Monsalve, Ignacio Pichardo Pagaza, Emilio Chauyffet Chemor, César Camacho Quiroz y Arturo Montiel Rojas, quienes utilizaban a esa mujer en elecciones estatales y locales; asimismo para “acarrear” gente en mítines políticos.

 

Ella misma se ufanaba de tener una fuerte amistad con políticos como Humberto Lira Mora y los presidentes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en turno, e incluso se recuerda que durante la pasada campaña presidencial, en un acto de apoyo a Francisco Labastida Ochoa, presentó un espectáculo de chippendale, en el que varios jóvenes quedaron semidesnudos ante hombres, mujeres y niños.

 

Entre las múltiples anécdotas que se cuentan de la controvertida dirigente, se recuerda que cuando iba del brazo de entonces presidente del PRI nacional, Genaro Borrego Estrada, habló de su mote y presumió que le apodaban “La Loba”, porque cuando era una niña tenía una perrita con ese nombre. Sin embargo, Raimundo Olivares Díaz, dirigente de los comuneros de Chimalhuacán, relató que el mote de Buendía Torres surgió efectivamente cuando era niña, pero en el momento en que ella violentamente agredió a un perro que mordía a su perrita, la gente le dijo “pareces una loba”, desde entonces su fama trascendió.

 

Esta mujer, que se ufanaba de estar bien con Dios, era la que imponía a los presidentes municipales tal como sucedió con su primo Carlos Cornejo Torres, y según el antecedente, en una reunión que sostuvo Guadalupe Buendía con líderes priístas y aspirantes a la alcaldía de Chimalhuacán antes de las elecciones del 10 de noviembre de 1997, ella condicionó que la única persona que garantizaba la unidad era su familiar Cornejo Torres.



A LAS ARMAS

 

La hoy prófuga de la justicia inició su carrera delictiva en 1986, cuando fue encarcelada por primera vez acusada por Joaquín Ochoa García, entonces presidente de los comuneros de Chimalhuacán. Ella dijo: “Yo no me voy a quedar quieta”.

 

Y no se quedó quieta en más de 15 años, con el apoyo de funcionarios del gobierno del estado de México invadió Texcoco y se apoderó de más de 300 hectáreas de gente humilde y campesinos, quienes eran expulsados, desalojados o intimidados por el grupo de Buendía.

 

“La Loba” era de armas tomar, ya que “lo que no ganaba, arrebataba” ya sea a la buena, con golpes o con el uso de armas de fuego. El 18 de julio de 1993, al frente de un grupo armado de la Organización de Pueblos y Colonias (OPC), disparó contra deportistas que defendían áreas deportivas en la parte baja de Chimalhuacán.

 

Los hechos se iniciaron, según los informes de las autoridades en ese entonces, cuando varios equipos de la liga regional de futbol llegaron a practicar el deporte a esos terrenos otorgados ya por funcionarios locales, los cuales se encontraban en la avenida Sindical esquina con Las Peras del barrio Saraperos, en donde ya estaba el grupo de “La Loba”.

 

En esa balacera murió Ernesto Echeverría Freiser, de 19 años de edad, hijo de Margarita Freiser, entonces lugarteniente de esta mujer. Entre los heridos se encontraban Víctor Olivares, Humberto Cabrera, Rafael Arreola Alfaro, entre otros seis.

 

Por la magnitud del problema, Buendía Torres fue detenida en el municipio de Texcoco por la Policía Judicial. En ese entonces eran los primeros años de Emilio Chauyffet Chemor, quien al principio dio la orden de que se le aplicara la ley, por ello junto con su hijo Salomón Herrera Buendía, su síndico Enrique Suárez Caballero y su asesora legal Andrea Reyes Retana fueron recluidos en Texcoco y después en el penal de Chiconautla en el municipio de Ecatepec.

 

Aunque tres años más tarde salió en libertad y prosiguió con su violencia en Chimalhuacán.



LA IMPUNIDAD

 

Félix Rojas Razo, Luis Pérez Maldonado, Armando Morán Reyes, Eloy Romero Pérez, acudieron a la PGJEM para denunciar que ellos fueron víctimas de las intimidaciones de María Guadalupe, de su hermana Cristina, de su hijo Salomón Herrera y de su abogada Andrea Reyes.

 

En un amplio documento entregado a la Procuraduría en 1998, Luis Pérez Maldonado relató que él fue llevado violentamente a las oficinas de “La Loba”, en el organismo descentralizado de Agua Potable Alcantarillado y Saneamiento. Según la denuncia, ahí ella y su familia lo golpearon severamente hasta dejarlo inconsciente, para que se desistiera de una denuncia por despojo del terreno denominado Tlatelco Orillal.

 

De igual manera para que no acudieran más a la PGJEM un negocio de estas personas fue baleado. En el documento oficial se asentó: “A ver hijo de tu pin... por qué no declaraste como te dije, procediendo a golpearme la señora María Guadalupe, dándome unas cachetadas, jalándome hacía abajo de los cabellos y gritando la señora, a ver Hugo, Fabián, Cristina (sus dos hijos y hermana) vamos a romperle la madre a este pen...”.

 

Y así sucedieron muchas historias de colonos que nunca pudieron hacer que se escucharan sus voces y defendieran su patrimonio, ya que “La Loba” acostumbraba quemar viviendas y golpear a las familias que se resistían a estar con ella.

 

El reciente acontecimiento sangriento en Chimalhuacán marcó su propia forma de actuar durante más de 15 años, siempre abusó de la violencia, siempre utilizó la influencia política y su relación con los gobernadores para hacer lo que ella quería. Se ufanaba de estar bien con Dios y con los mandatarios del estado de México.