PERDIMOS EL HILO CONDUCTOR: SAURI
El día que nadie había imaginado
llegó. "El sistema", los militantes del PRI, recibían con azoro la
catástrofe. La maquinaria que durante 71 años había hecho ganar al candidato del PRI,
quienquiera que fuera, había tronado. Los números, los fríos números acababan con
el régimen autoritario más longevo del mundo. Fueron horas aciagas, incomprensibles,
como las que enmarcaron el hecho de que Ernesto Zedillo reconociera antes que nadie el
triunfo de Vicente Fox. Una era había acabado
Aquella tarde, Emilio Gamboa entró a la oficina del candidato y esa vez lo hizo como portavoz de las malas nuevas. Bajo el brazo llevaba los resultados de una reciente encuesta de salida.
Eran las tres de la tarde. Y en
aquella oficina del piso dos de la sede nacional del PRI, acondicionada para el candidato,
no había espacio más que para el desánimo.
Esteban Moctezuma, Jorge Alcocer,
Marcos Bucio y Guillermo Ruiz de Teresa, los estrategas de la campaña, ya tenían un
adelanto de la desgracia y en sus rostros había tensión y hasta ira.
Por ese trance pasaba también
Francisco Labastida, quien se mostró atento al reporte que, en ese momento, iba a
recibir.
"Señores, los resultados no
nos favorecen", dijo un abatido Gamboa y aquello se convirtió en corrillo de caras
largas. "Las tendencias son irreversibles y las cosas andan mal para el
partido".
Cuentan algunos de los personajes de ese episodio que el candidato respiró profundo, se desabotonó el cuello de la camisa, se aflojó la corbata y se contuvo para no romper en llanto ante sus colaboradores.
Minutos antes de ese encuentro, Labastida se había reunido con la dirigente nacional del
PRI, Dulce María Sauri Riancho.
Los dos revisaron encuestas de
salida, levantadas durante el mediodía de ese domingo 2 de julio. Los primeros resultados
presagiaban una jornada de nubarrones para el partido.
Los números colocaban a Labastida
dos puntos abajo de Vicente Fox Quesada, y la yucateca y el sinaloense no daban crédito a
lo que estaba ocurriendo.
"Aquella mañana llevábamos
una ventaja muy corta. Nos empezamos a preocupar, porque era tradición que el voto
priísta se diera durante las primeras horas del día", comenta Sauri Riancho, un
año después.
"Al mediodía, ya estábamos
abajo. La última encuesta, la de las cinco de la tarde, nos confirmó la derrota",
dice.
Emilio Gamboa recuerda que después
del reporte del mediodía, el equipo de Labastida empezó a apostarle al "voto
verde", el voto del campo, porque ninguno de sus integrantes creía en la derrota.
"No estábamos preparados para
perder. Y esa apuesta al campo era como mantener una luz encendida". Pero las
encuestas y sus resultados acabaron por vencer hasta a los más optimistas.
Francisco Labastida intentó
inyectar ánimo entre sus colaboradores. Los llamó a todos y los invitó a comer. Jorge
Alcocer fue el único que se disculpó, pues dijo tener compromiso en casa.
"Comimos y el escenario siguió
siendo el mismo: de derrota", dice Gamboa.
Cuando el grupo llegó a los
postres, Alcocer se reincorporó. Se discutió sobre el escenario de la derrota, lo que se
tenía que decir, la actitud que se debería de tomar y lo que podría ocurrir "el
día después".
Ya para ese momento, a Labastida se
le veía dolido, muy triste, pero sin hacer aspavientos, cuenta Gamboa.
"Vi ojos rojos, llorosos; mucha tristeza, desaliento, desencanto, pero también aplomo en el candidato", narra el ex subsecretario de Gobernación.
A las seis de la tarde, las casillas electorales fueron cerradas. Las tendencias
favorecían a Vicente Fox. Las cinco encuestas ordenadas por el PRI confirmaban la
inminente derrota de su candidato.
Labastida convocó a la jerarquía
del tricolor, para informarle personalmente de lo que había ocurrido en las urnas.
"Hicimos lo que pudimos. Ojalá sea lo mejor para México", expresó a líderes
de sectores y de organizaciones, en uno de sus discursos más breves desde que fue elegido
como el candidato a la Presidencia del otrora poderoso PRI.
Pasadas las siete de la noche,
Labastida se encerró en sus oficinas con Jorge Alcocer, para redactar juntos el discurso
que tendría que leer a todo el priísmo del país, desde el auditorio "Plutarco
Elías Calles".
Hicieron tres borradores, porque en
uno y otro textos las ideas eran avasalladas por las emociones y la frustración.
"Intenté plasmar en mi
discurso que el país estaba primero, que había que luchar por México. Y quise poner el
ejemplo de respeto a la legalidad, de defensa de los principios e ideales en los que
creo", dice ahora Labastida al evocar ese momento.
Ese domingo, a muchos les pareció la noche más larga del año. A las 20:00 horas,
Liébano Sáenz, secretario particular del presidente Ernesto Zedillo, llamó a Labastida
por teléfono.
"...se dice que va a salir el
ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas a reconocer el triunfo de Fox", le dijo al candidato.
"No sé si tú quieras o has pensado en salir en estas horas..."
Labastida respondió que él se iba
a esperar hasta que el Instituto Federal Electoral diera a conocer los resultados de sus
conteos rápidos, y cortó la plática con Sáenz.
Él dice que después le pidió a
uno de sus colaboradores que buscara al ingeniero Cárdenas, para saber a qué hora iba a
hablar. "Se le buscó en esos términos, simplemente", hace la observación.
Y también cuenta que él nunca supo, porque ni siquiera
Liébano Sáenz se lo hizo saber en la llamada telefónica, que el presidente Zedillo iba
a dar un mensaje a la nación y aprovecharía esa oportunidad para reconocer el triunfo de
Vicente Fox.
"Lo correcto es que Zedillo hubiera salido después de que
nosotros, el partido, reconociera la derrota. Desconozco las razones por las que actuó
así. Yo me enteré que había hablado hasta después de que terminé de leer mi
discurso", se queja Labastida.
¿No le avisaron?
No. Yo salgo de mi oficina después
de las 11:00 de la noche y me dirijo al auditorio "Plutarco Elías Calles". En
el camino, me encuentro a muchas personas y las saludo. Los contingentes ya se habían
ido. Inicié la lectura de mi discurso y cuando terminé, me enteré que Zedillo ya había
pronunciado su mensaje.
¿Le reprochó después al
Presidente esta actitud? ¿Le explicó él sus motivos?
No, no lo hablamos, ni al día siguiente, cuando nos reunimos. Eso ya había pasado
y no me llevaba a nada hacer reclamos.
Dulce María Sauri dice que ella
estaba enterada de que Zedillo daría un mensaje, pero no a qué hora ni lo que iba a
decir.
A la presidenta nacional del PRI le
dolió la derrota,
como a muchos, pero no hubo lágrimas. Yo no vi a nadie llorando, a mi alrededor. No
escuché ni un grito. Fue un momento muy difícil.
El auditorio "Plutarco Elías Calles" rebosaba de militantes, gobernadores,
legisladores y ex presidentes del partido.
Francisco Labastida pronunció su
discurso y contuvo sus emociones cuando María de los Ángeles Moreno empezó a cantar a
capela el Himno Nacional, y vio los primeros rostros en llanto, de una militancia priísta
recién abatida a fuerza de votos.
Labastida salió de las oficinas del
partido después de la 1:00 de la madrugada. Se fue a la casa de su esposa María Teresa
Uriarte, y los dos se tomaron un tequila.
Pues, perdimos volteó a verlo ella.
Sí, perdimos le respondió él y
perdieron 13 millones de mexicanos que nos dieron su confianza, su apoyo, su respaldo.
¿Ahora qué sigue?
Es tiempo de pensar en el país, no
en la campaña; de ver hacia adelante.
"El día siguiente" empezó para Labastida a las 9:00 de la mañana. A esa hora
se reunió con militantes priístas, y fue invitado por el presidente Zedillo a reunirse
con él. Acudió a Los Pinos acompañado por sus colaboradores y por la dirigencia
partidista.
"Muchas veces hablamos sobre
qué iba a pasar el 3 de julio", rememora Dulce María Sauri. "Yo tomé la
decisión de renunciar a la presidencia del PRI, y así se lo hice saber al
candidato."
Ya en Los Pinos, Zedillo le dijo a
Sauri si la renuncia era una comunicación o una pregunta. "Yo le respondí que se lo
estaba comunicando, pero él no aceptó, y hubo manifestaciones de compañeros que me
pidieron que me quedara".
Después de la cita en Los Pinos, el
equipo de Labastida se reunió en la casa de éste. Comieron y hablaron, por vez primera,
de convocar al Consejo Político Nacional y hacer una renovación de la dirigencia del
partido.
Recuerda Emilio Gamboa que hubo
muchas manifestaciones de apoyo, para que Labastida asumiera el control del PRI, pero la
propuesta no prosperó, porque desde ese momento empezaron a liberarse las fuerzas
internas del partido.
Desde entonces, el partido dejó de
ser lo que era antes. "Perdimos nuestro hilo conductor, la figura presidencial", dice Dulce María. "Pero tenemos
que cambiar. Y no es una opción, es un mandato".