CUENTA PÚBLICA 2000 ¿QUIÉN TOMÓ LAS DECISIONES?
En los últimos días se han
publicado diversos artículos sobre la cuenta de la hacienda pública del año 2000
presentada al Congreso y en la que es posible advertir severas desviaciones en el gasto
federal del año pasado. Como es lógico, provenientes de una administración
dominada por la insensibilidad, la tecnocracia y el pensamiento económico más
conservador y reaccionario, los principales problemas están en la operación del
Fobaproa-IPAB y en los programas sociales.
Al amparo de la tesis de que el
Gobierno sólo debe dedicarse a crear condiciones propicias para el crecimiento del
mercado, en el sexenio del Dr. Zedillo se impuso una política presupuestaria
restrictiva. Esto significó que, como lo señala el documento oficial, los
programas sociales fueran sacrificados. Simplemente desde el escritorio de algún
funcionario de la SHCP, responsable del ejercicio de los recursos, se ordenó incumplir la
ley, al negarse sistemáticamente a entregar los recursos, aprobados por la Cámara de
Diputados, a actividades esenciales como la educación; la prestación de servicios de
salud; los programas de Alianza para el Campo y de empleo temporal; los desayunos
escolares, el abasto rural, la leche subsidiada o a otras funciones como las de
seguridad pública.
El asunto del destino de los
recursos trasciende las posiciones ideológicas y nos lleva al terreno de las
responsabilidades. Es indispensable que ahora que tanto oímos hablar a los funcionarios
del gobierno foxista de transparencia y rendición de cuentas sepamos la verdad. Es
inadmisible que varios de esos servidores del pasado, ahora incrustados en altos cargos
públicos, actúen como si nada hubiera ocurrido.
Habría que preguntarles lo que
representó su decisión de desobedecer el mandato de los Diputados. Sería muy grave
para las instituciones que todo quedara ahí, pero lo que es verdaderamente imperdonable
es que fueron afectadas millones de familias mexicanas sin el menor pudor y recato.
En tanto se perjudicaba a los
niños, a las mujeres, a los indígenas o a los campesinos, por cierto siempre presentes a
la hora de los discursos, el Gobierno federal destinaba
cuantiosas sumas de dinero público a rescatar a bancos, deudores o dueños de carreteras
privadas. Más de 60 mil millones de pesos se entregaban con toda agilidad y eficiencia
para esos propósitos, 50% más de lo que autorizó el Congreso. ¿Quién va a explicarnos
cuáles fueron los criterios y cómo se tomaron las decisiones de transferir esos recursos
públicos? ¿Quién los autorizó a excederse en montos verdaderamente escandalosos?
Ahora que nuevamente se está
abriendo el expediente del Fobaproa será oportunidad para obtener respuesta sobre el
contenido y destino de ese fondo. Por el bien de todos debe conocerse plenamente la
verdad. Aun es tiempo para que los anteriores responsables del gasto público, aclaren
cómo es que con sus trapacerías jurídicas pagaron sustanciosos sueldos al equipo de
transición, mientras miles de niños y de familias eran eliminados de los programas
sociales o recibían una atención deficiente en las escuelas y hospitales públicos por
la falta de recursos. ¿Qué ganamos los mexicanos con que la Secretaría de Salud no
ejerciera 2 mil millones de pesos? ¿En qué benefició a la gente que no se hiciera el
gasto completo en educación o seguridad pública? ¿Qué consecuencias sociales tendrá
no haber ejercido el presupuesto autorizado para los campesinos y los indígenas?
¿Cuántos niños tendrán daños irreversibles por esas decisiones? ¿Qué el desacato al
mandato del Poder Legislativo no es una forma de corrupción? Por ello, es indispensable
saber ¿quién tomó las decisiones?