Si él lo dice, por algo ha de ser. Aunque los dirigentes del PRI en Jalisco aseguran que pueden obtener un millón 300 mil votos para la elección presidencial del dos de julio, Francisco Labastida Ochoa no se hace muchas ilusiones.
En la entrevista que el miércoles pasado le hiciera la reportera de EL INFORMADOR Connie Ochoa, a bordo del camión en el que se traslada durante sus giras, Labastida no quiso comprometer una cifra y virtualmente reconoció que no superará a su principal adversario, el panista Vicente Fox Quesada, en lo que a votos de Jalisco se refiere.
Las preguntas fueron directas:
¿Qué espera de Jalisco, de los
jaliscienses?
- No me pregunte eso. Mejor pregúnteme que voy a hacer por Jalisco. Me la voy a jugar con
el Estado... espero y les pido a mis amigos de Jalisco que me den su apoyo. Y aun cuando
no fuera así, mi compromiso con Jalisco no va a cambiar...
¿Cuántos votos espera Labastida?
- Los que me quieran dar.
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¿No se ha fijado una meta?
- No, no me fijo ninguna meta (...) A veces uno no logra transmitir todo lo que quiere, todo lo que trae dentro a la gente. Si es así, si no logré convencer, yo asumiré que es un problema y una responsabilidad mía.
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Hasta aquí el fragmento que me parece fundamental de la entrevista. Algunos priístas en Jalisco, al leer las declaraciones de su candidato, se sintieron incómodos. Interpretan que Labastida se pinta a sí mismo como un aspirante que sabe que en Jalisco camina cuesta arriba, y eso no corresponde con la imagen que ellos quisieran transmitir.
Pero tal vez, a despecho de que hay priístas acostumbrados a candidatos que se hacen a golpe de bravatas y de palabrería, a Labastida le ganan la sensatez y la prudencia.
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Y en buena medida las frases del candidato presidencial del PRI sobre Jalisco, dichas en Jalisco, reflejan el jaloneo que se traen el presidente del Comité Estatal, Ramiro Hernández, y el delegado del Comité Nacional, Maximiliano Silerio, que no se ponen de acuerdo en la fecha para elegir candidato para la elección de gobernador que será cuatro meses después de los comicios presidenciales.
Silerio parece entercado en que la selección sea antes de las elecciones del dos de julio. Y argumenta: no puede, no debe ser después del dos de julio porque las evidencias muestran que la presidencial será una elección sumamente competida, en la que Labastida no tiene el cheque en blanco al que estaban acostumbrados los aspirantes del tricolor.
Entonces, si los comicios federales traen consigo conflictos postelectorales producto de un resultado sumamente cerrado, ¿quién va a tener cabeza para ponerse a pensar y trabajar en un proceso interno para tener candidato a gobernador?
Si de metas se trata -y no son más que eso, especulaciones- los panistas ya le pusieron número a la casa: pretenden darle a Vicente Fox un millón 680 mil votos. Falta ver cuánto consigue cada partido.
En ese contexto, tal vez pueda entenderse que a Francisco Labastida ahorita le preocupen más los vetos sobre la nómina de los contendientes a la gubernatura que los votos que pueden abonarle estos priístas que todavía andan hechos bolas.