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Ni los ve, ni le inquietan

Cuauhtémoc Cárdenas aseguró que el paro de 3 mil policías el viernes en la ciudad de México fue "una maniobra armada, preparada, no es un hecho casual". Un día antes, el viernes, la jefa de Gobierno del DF, Rosario Robles, atribuyó esas acciones a una embestida contra ella y su partido: "Si creen que nos van a callar, que van a hincar a este gobierno, están muy equivocados".

El sábado el aspirante perredista a sucederla, Andrés López Obrador, acusó nada menos que al Presidente de la República: "detrás de todo esto está la mano del señor Zedillo".

Otra, fue la actitud del secretario de Seguridad Pública del DF, Alejandro Gertz Manero. El día del paro explicó que todo se había debido a un error de la Secretaría de Finanzas del gobierno capitalino, que impuso descuentos indebidos en los sueldos de los policías. Luego, consideró que las protestas fueron "justas".

Tanto la tesis de la conspiración, como la tesis de la equivocación, son insuficientes para explicar el desbarajuste que vivió el viernes la ciudad de México.

Si Cárdenas y Robles no señalan con toda precisión quiénes y cómo promovieron el paro y por qué aseguran que era en contra de ellos, podrá pensarse que hablaron a la ligera o que el gobierno de la ciudad no sólo no tiene el control de sus policías, sino ni siquiera cuenta con información fidedigna acerca de los grupos que influyen en ellos. Si López Obrador no fundamenta sus acusaciones contra el Presidente de la República, quedará como calumniador.

También fue desafortunado, el intento de Rosario Robles para tratar de quitarle importancia a la crisis del viernes. Precisamente a la hora de peor congestionamiento debido a los cinco bloqueos que los policías en paro impusieron en distintos rumbos de la ciudad, la jefa de Gobierno tuvo el desatino de asegurar:

"Yo no veo ningún caos. Estamos trabajando muy tranquilamente".

Quienes estaban en sus automóviles, o a bordo de algún microbús y escucharon esas declaraciones cuando llevaban dos o más horas atrapados en alguna de las varias encerronas en las que se convirtieron muchas calles del Distrito Federal, habrán podido pensar que la señora Robles acuñó la versión de fin de siglo de aquella frase tristemente célebre atribuida al ex presidente que ni veía, ni oía a las oposiciones.

Ni lo veo, ni me inquieta dijo Robles acerca del caos vial en la ciudad de cuyo gobierno es responsable. Ante una de las peores jornadas que en materia de vialidad haya padecido esta ciudad en los años recientes sus habitantes esperaban preocupación y decisiones, no sosiego e indiferencia por parte de la jefa de Gobierno.

El bloqueo del Periférico Sur realizado por trabajadores de la Universidad de Chapingo, empeoró las cosas. Esos trabajadores, fueron desalojados por granaderos. Sin embargo, los granaderos y policías de varios agrupamientos que cerraron cinco transitados puntos de la ciudad, mantuvieron sus bloqueos durante todo el día.

Era difícil enviar a unos policías contra otros, para echar de las calles a los agentes que por esa ocasión las cerraban. Pero allí hubo, por consideraciones políticas, una doble medida en la aplicación de la ley ante amagos igualmente alevosos en contra de los habitantes de la ciudad de México. A los trabajadores de Chapingo, los sacaron a golpes. A los policías, los dejaron sostener sus bloqueos. En ambos casos, los motivos de esas protestas eran de carácter laboral.

El sábado, Alejandro Gertz dijo que no habría más descuentos injustificados, que las instalaciones policíacas serán remozadas y ordenó la destitución de varios jefes policíacos. El secretario de Seguridad Pública cumple así con su obligación de remediar pronto el conflicto de los policías, aunque deje mal parados a su anterior jefe y ahora candidato presidencial, a su actual jefa y al candidato local del partido con cuyo gobierno colabora.

Las acusaciones de Cárdenas, Robles y López Obrador, quedan refutadas o al menos matizadas, con el reconocimiento que Gertz Manero hizo de las ineficiencias administrativas y laborales que según él, apenas conoció a partir del paro. Si los policías tienen sueldos malos, uniformes defectuosos y cuarteles maltratados, no hizo falta ninguna conspiración para propiciar la protesta del viernes. Cárdenas que gobernó esta ciudad hasta hace pocos meses, Robles que lo hace ahora y López Obrador que aspira a hacerlo, tendrían que conocer perfectamente esas insuficiencias e ineficiencias en la situación de los policías. También tendría que haberlas conocido Gertz, responsable directo de tales fallas.

Atender a sus exigencias es una solución política, quizá práctica, para resolver el desafío de los policías. Pero por mucha razón que tengan en sus demandas laborales, el viernes se convirtieron de guardianes de la ley que al menos formalmente son, en alevosos infractores de ella.

Algunos de esos policías insultaron a los transeúntes que les replicaban y se sabe de un episodio en el cual agarraron a patadas un vehículo particular. Varios de los paristas vestían pasamontañas. Dijeron que no querían ser identificados para no sufrir represalias. La máscara es recurso de intimidación: mientras no me reconozcas, te puedo extorsionar. Esos son nuestros policías. Así se defienden de nuestras autoridades.