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Muñoz Ledo y Cárdenas

Ayer cuando anunciaba su formal dimisión al Partido de la Revolución Democrática, Porfirio Muñoz Ledo se enteró de que ya había sido expulsado. No pudo renunciar y tal impedimento se añade a los tropiezos que recientemente ha padecido ese destacado y controvertido personaje de la política mexicana.

El grupo que promueve, denominado "Nueva República", dista de ser una organización de masas como la que ahora, por voluntad propia y porque lo echaron, abandona Muñoz Ledo. Pero en el PRD ya no tenía nada qué hacer, después de ser perdedor en el enfrentamiento que tuvo con Cuauhtémoc Cárdenas.

Aunque no parece asumirla con especial aflicción, la ruptura de Muñoz Ledo constituye una pérdida sensible (que ahora sólo se formaliza, pero que ocurrió hace largo rato) para el PRD.

A pesar de que una de sus vertientes fundacionales estaba constituida por gente de ideas, ubicada en distintas universidades, la experiencia reciente permite reconocer que el debate y la elaboración programática han quedado suspendidos en ese partido.

 Originario del priísmo, otro de los afluentes matrices del PRD, Muñoz Ledo ha demostrado ser un personaje con talante y talento para la polémica. Lo suyo no es la elaboración de ideas, pero cuenta con un bagaje suficientemente sólido y sobre todo con demasiada experiencia para alternar en las discusiones más variadas, lo mismo sobre teoría política que acerca de los asuntos coyunturales más ordinarios.

La mancuerna que Muñoz Ledo hacía con Cuauhtémoc Cárdenas, le daba al PRD sustento en dos personajes de talla nacional. Uno, de perspicacia y picardía bien conocidas, contribuía a mitigar las limitaciones discursivas de ese partido. El otro, con un arraigo social indudable aunque a estas alturas estancado, se constituyó de inmediato en el líder natural del PRD.

Uno y otro, dejaron de complementarse cuando Muñoz Ledo consideró que el tiempo de Cuauhtémoc Cárdenas ya estaba agotado y que era momento para que dejase el paso a una nueva opción -desde luego, él mismo-. Cárdenas jamás le perdonó que lo retase a una confrontación abierta y movilizó los resortes del perredismo para, en la práctica, dejar fuera a Muñoz Ledo.

Muñoz Ledo, a su vez, se negó a aceptar cualquier posición que no fuese la candidatura a la Presidencia de la República. Pudo haber sido un excelente aspirante al gobierno de la ciudad de México, pero subordinado al cardenismo. Ahora será un candidato presidencial de votación minoritaria, a horcajadas de un partido tan manoseado como decadente, el Auténtico de la Revolución Mexicana.

En contradicción con su disposición polémica, Muñoz Ledo no ha presentado su renuncia como consecuencia de diferencias ideológicas con el PRD. En vez de ello, postula valores morales y reproches personales. En ese partido deja muchos ex compañeros de lucha, algunos de los cuales se negaron a acompañarlo en su nueva aventura.

Ahora, de manera simultánea, tendrá que emprender su campaña presidencial y ganarse un espacio propio dentro del PARM. Sus primeros intentos para imponerle a ese partido el proyecto e incluso las siglas de su grupo, Nueva República, fueron rechazados por los dirigentes del PARM. Allí se gesta un enfrentamiento de pronóstico pesimista: ese partido es propiedad del pequeño y díscolo grupo de dirigentes que rescataron la tradición parmista y acreditaron contar con los requisitos que la ley exige para obtener su registro condicionado. Pero ahora el personaje central del PARM es Porfirio Muñoz Ledo. Si ese partido libra la barrera del 2% de los votos que necesita para conservar el registro, se deberá a los sufragios que reciba ese diputado y ahora candidato presidencial.

Expulsado del PRD, no se ha explicado si Muñoz Ledo recibió los apercibimientos o los avisos necesarios para defenderse de esa decisión. Todo el mundo sabía que no estaba ya en ese partido. Pero la exclusión anunciada ayer, confirma las denuncias de caudillismo y autoritarismo que según dice, lo alejaron del PRD.