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Saber votar

 

Conforme se acercan las elecciones presidenciales nos damos cuenta de que ahora, más que nunca, es un deber votar y una absoluta necesidad saber hacerlo. Ahora -y probablemente nunca vuelva a haber otra ocasión- existe un claro y definido panorama que señala, sin posibilidad de error, que se ha logrado salir de aquella encrucijada dolorosa que cada cuatro, y después cada seis años, gritaba la verdad de su tristeza en la búsqueda del triunfo imposible y la batalla perdida desde antes de su inicio. El misticismo masoquista opositor, fructificó después de setenta años de penosa maduración.

 

La avanzada tecnología, que en materia electoral desembocara en el manejo estadístico de las posibilidades con un mínimo margen de error, refleja en sondeos y encuestas, las preferencias electorales que nos ubican en una realidad inequívoca: sólo alguno de los dos candidatos fuertes puede ganar. Y, anecdóticamente triste, el triunfo al uno o al otro se lo habrá de dar el tercero en discordia.

Cuauhtémoc Cárdenas sabe (a menos que su repetido y ancestral anhelo de vanagloria le haya cancelado toda facultad intelectiva) que él y su partido no pueden ganar, ya que con base en las encuestas, (las cuales han demostrado su validez) aun concediendo para el P.R.D. el máximo de error otorgable, éste no llegaría a tener la cantidad necesaria de votos para poder triunfar.

 

Cuauhtémoc Cárdenas sabe (o debe saber) que en él -el hijo del "Tata"- se ha dado el más irónico de los hechos de nuestra historia patria: él decide, perdiendo, a quén quiere o prefiere dejar ganar: al partido del que salió renegando, o a la oposición a la que siempre se enfrentó. No hay otra alternativa.

 

Cuauhtémoc Cárdenas sabe (o debe saber) que, de mantenerse en la lucha electoral, cada voto que obtenga será un voto a favor del partido en el poder, por tratarse del voto que, a la oposición con posibilidad de triunfar, le está quitando.

 

Cuauhtémoc Cárdenas lo sabe. Pero también cada ciudadano debe saber el hecho de que al votar por este candidato no lo está haciendo por el Partido de la Revolución Democrática y amigos que lo acompañan, sino por el Partido Revolucionario Institucional. Si la voluntad de ese ciudadano es la de que el P.R.I. (renovado o no, modernizado o no) continúe en el poder, que expresa dicha voluntad con claridad y honestidad otorgando su voto en forma directa sin necesidad de emplear la ruta equivocada promovida y alentada por Cuauhtémoc con base en promesas que nunca podrán cumplirse por la simple razón de que nunca llegará a estar en actitud de cumplirlas. Como dijera el gran futbolista "Jamaicón" Villegas ante el reclamo de sus directivos por no haber logrado anular, o al menos contener al gran cascorvo "Garrincha": "Lo que no se puede, no se puede. Y además es imposible".

 

Para poder cumplir ("en caso de llegar a la presidencia" según la trillada frase política) lo primero que se requiere es ser presidente de la República y en esta ocasión, y por lo que se ve hasta el momento, a Cuauhtémoc Cárdenas le está vedada toda posibilidad de acceder a la primera magistratura del país.

 

No es pecado votar P.R.I. como tampoco lo es votar P.A.N. Pero sí lo es, y grave, desconocer los hechos tangibles y los datos estadísticos elementales que consignan que ningún partido, fuera de los dos antes citados, puede ganar las elecciones de julio. La gravedad radica en que, a sabiendas de lo anterior, se respalde al P.R.I. con un voto mentiroso a favor del P.R.D.

 

Base elemental para lograr la creación de una sociedad honesta, es actuar en concordancia siendo honesto con nosotros mismos. Y mejor aún si nuestra honestidad es una honestidad pensante. Filtrando los sentimientos por el cedazo del cerebro, se conjugan, en el valor moral llamado verdad, la inteligencia con la honradez.